Un Bicentenario para recordar… ¿o para olvidar?
(Nota previa. Este artículo fue escrito en el año 2021 con motivo del Bicentenario de nuestra independencia; hoy, su vigencia sigue estando intacta. “La Otra Calle”)
Costa Rica debía estar de fiesta, la Patria cumple 200 años; se dice pronto, pero ha sido un largo camino en el que no han faltado las espinas y los abrojos especialmente en las últimas décadas.
Claro que aquellos verdaderos Padres de la Patria de 1821 nos heredaron un país diferente, el que lo niegue, no conoce nuestra Historia. Las Juntas de Legados, especialmente esa que lleva el bello nombre de Junta de Legados de los Pueblos convertida en nuestra Primera Asamblea Constituyente el 1 de diciembre de aquel año, después de saber esperar a que empezaran a aclararse “los nublados del día”, nos dejaron como piedra angular de nuestra democracia nada menos que el Pacto de Concordia.
Este paso trascendente, único en la Historia de América y que nos debe enorgullecer, fue magistralmente descrito por el historiador y constitucionalista don Hernán G. Peralta en su libro “Las Constituciones de Costa Rica”: “La Espada determinó la formación de diferentes nacionalidades americanas desde los Estados Unidos de América hasta la República Argentina, y el soldado fue el primer constituyente de nuestros pueblos, grandes y pequeños, fuertes y débiles, CON EXCEPCIÓN DE COSTA RICA QUE BLANDIÓ EL CÓDIGO COMO ÚNICA ARMA DE COMBATE, Y LA LEY COMO REFUGIO…” Cita grandiosa de nuestra realidad histórica que, a propósito, hemos querido destacar.
Aquellos forjadores de Costa Rica, de la mano del Ciudadano Pablo Alvarado Bonilla, un patriota olvidado que redactó la versión original del Pacto de Concordia, tomaron la sabia decisión de crear un país sobre la base la considerar fundamental la voluntad del SOBERANO, es decir, al pueblo, amo y señor del poder. Por ello comprendieron que no podía existir libertad sin el respeto al principio de legalidad que resguarda al ciudadano del abuso autoritario que de ese poder pueda hacer el gobernante o el sistema político; y por ello empezaron por aprobar nuestra primera Constitución Política. Esto basta y es más que suficiente razón para celebrar, pero sobre todo para CONMEMORAR; es decir para traer a la memoria de los nuevos costarricenses lo que recibimos como invaluable herencia.
Pero como a veces pasa en ciertas familias, el fruto del trabajo del abuelo es dilapidado por los nietos que olvidan el sacrificio, la sangre, sudor y lágrimas como diría W.Churchill, que había costado aquella riqueza lanzada por los arrabales del placer, la indiferencia y la irresponsabilidad. Eso, precisamente, le está pasando al pueblo de Costa Rica hoy, doscientos años después.
Lo primero que ha sucedido es que los gobernantes de los últimos 35 años, dentro de una estrategia perfectamente planificada, nos han hecho olvidar nuestra Historia y los valores heredados. Al ignorar su pasado, el costarricense desconoce lo que significa ese patrimonio que nos legaron los abuelos y las siguientes generaciones, a pesar de sus errores y altibajos. Como dice un historiador mexicano, quien no conoce la Historia de su país es un extraño en su propia Patria; ¡cuántos extraños nos cruzamos a diario con cédula de identidad costarricense! Pero, agrego más y digo que también para quien la desconoce y por lo tanto no puede valorar ese patrimonio, es más fácil venderla.
Desde hace varias décadas, podemos ver como el principio de legalidad ha sido irrespetado una y otra vez, la lista es larga, pero citemos algunos ejemplos: cierre del Banco Anglo, reelección presidencial, Tratado de Libre Comercio y sus leyes posteriores, la trocha fronteriza, el cementazo, pago de 600.000 millones a la deuda sin contenido presupuestario, el Combo Fiscal, Ley de Empleo Público y sus diez agresiones a la Constitución Política y por último la fresa en la copa de helados: la cochinilla.
Lo grave es que todos estos casos que pusimos como ejemplo, y hay más, se han realizado desde los poderes de la República, bien sea porque desde el ejecutivo se promovieron actos y decretos deleznables, la Asamblea Legislativa aprobó leyes cargadas de ilegalidad e irrespeto a la Constitución y, lo más grave, una Sala Constitucional convertida en Sala Cuatrera ha aprobado esas leyes a sabiendas que tienen esos pecados mortales, dejando al ciudadano en la más grave indefensión. Solo vale la pena recordar que el ex Magistrado Jinesta dijo en 2009 que la Constitución ya no era política sino económica, tesis que acuerparon la mayoría de los otros magistrados y sigue siendo tesis y criterio de actuales “salacuarteros” convertidos en constituyentes.
Como soporte a ese asalto a los derechos del soberano está un sistema educativo convertido en sala de partos de la mediocridad nacional, en el que se enseña a no pensar, no ser reflexivo, la indisciplina generalizada y por supuesto, desconocimiento total de nuestra Historia como requisito fundamental.
Como eficiente instrumento para estos desafueros, encontramos un sistema mediático de prensa, televisión y radio absolutamente prebendal, que se esmera en los temas más inocuos, superficiales, amarallistas y destructores de la sociedad. Es la forma de crear una dictadura mediática pues, siguiendo las líneas editoriales que se les impone, han dado paso a la deleznable corriente mundial del pensamiento único.
En síntesis, de esa manera nos olvidamos de aquella herencia bicentenaria, por eso vale la pena conmemorarla, festejarla, recordarla y exigir su cuido y permanencia. Pero si allá por 1821 hubo nublados del día, hoy tenemos nubes negras que amenazan seriamente con tormentas y huracanes a una democracia políticamente endeble en una sociedad indiferente y, por qué no decirlo, hábilmente llevada por el camino de la ignorancia como el ganado al matadero, que perdió voluntad de lucha y sentido de permanencia.
Hoy la incertidumbre cunde por los caminos de la Patria, no se vislumbra una propuesta para que Costa Rica retome el camino de la equidad, la justicia social, la generosidad frente al egoísmo, la honradez frente a la corrupción, la honorabilidad frente al descrédito y sobre todo, el verdadero sentido de lo que es la libertad en democracia.
Termino repitiendo las palabras del Papa Francisco: “No debemos llamarnos a engaño, la impunidad del delito, el uso de las instituciones de la comunidad para el provecho personal o corporativo y otros males que no logramos desterrar, tienen como contracara la permanente desinformación y descalificación de todo, la constante siembra de sospecha que hace cundir la desconfianza y la perplejidad…Y, de esta manera se nutre el desencanto y la desesperanza. Hundir a un pueblo en el desaliento es el cierre de un círculo perverso perfecto; la dictadura invisible de los verdaderos intereses, esos intereses ocultos que se adueñaron de los recursos y de nuestra capacidad de opinar y pensar…”
Por eso, debemos levantar el espíritu de lucha y enseñar a los jóvenes la esperanza y el optimismo ante el pesimismo y la desesperanza que los acecha en su futuro para, de esa forma, recobrar la fuerza y reconstruir la Patria con ideas nuevas sobre la base de su rico patrimonio.