Atrevimientos indispensables
Solo en San José y, aunque no exista un censo oficial, hay cientos de mujeres que tienen que construirse a sí mismas. Vencer los estereotipos. Trabajar, comer, aprender, vivir en la calle. Mujeres con sueños truncados, pero, a prueba de balines y portazos.
Mujeres trans. Sí.
Ese prefijo -que la mayoría no sabe bien ni le interesa averiguar si hace alusión al sexo o al género- a muchos les trastoca la lengua, les desarticula los discursos y les hace decir el o él cuando, obviamente, deberían decir la o ella. Ese trans que se antepone cuando cada una de estas chicas se reconoce mujer es un rasgo fundamental de su identidad. Una faceta de su ser. Un capítulo de su historia vital, íntima.
La suya es una historia colectiva que los libros, en Costa Rica, no cuentan. Siquiera alguna investigación sesuda, reciente y universitaria, analiza a estas mujeres como fenómenos. Los periódicos, de vez en cuando, las mencionan cuando hacen alguna nota sobre derechos humanos; con mayor frecuencia, -y dolo-, reseñan sus muertes volviendo a hablar de estos cuerpos en masculino. Poco más y nada menos.
Trans, en definitiva ha sido -para muchos y por demasiado tiempo- sinónimo de puta, de VIH, de muerte.
Tras cuatro años de trabajar, día a día, con estas mujeres -en Transvida, asociación que es casa, centro de estudio y de salud fundada por ellas y para ellas- cientos de relatos han llegado hasta mí, me han calado hasta los huesos, me han transformado rotundamente, de la manera más hermosa y más humana.
Son historias de disidencia, de amor, de belleza, de miedo, de resistencia. Yo las escuché y a veces las repito porque las voces de estas mujeres se niegan a volver al silencio. Quieren contar y saben que cuentan conmigo para hacerlo.
Saben que, además de docente, soy escritora y no creen en las casualidades. Por eso me soplaron sus intenciones hasta que encendieron mi deseo de escribir este libro de memorias, polifónico y veraz, hiladas a partir de una serie de entrevistas testimoniales.
Así, yo soy la autora pero este libro no es solo mío. Le pertenece a decenas de mujeres que entre café, risas, horas de estudio, películas, pan, congojas, cuadernos, tardes de bingo, noches de abordaje, llamadas telefónicas -de las que se hacen sin saldo-, visitas a las salas de urgencia de los hospitales, charlas de capacitación, viajes, funciones de teatro, recorridos por centros penitenciarios y oficinas públicas, entrevistas de trabajo, audios, mensajes de texto, helados, marchas, plantones, llantos, esquinas y hasta en la orilla del mar, compartieron sus historias.
Sus santas palabras tienen eco y banda sonora. Todas quedaron registradas y aunque tienen forma de relato: no hay ficción en ellas. Todo es cierto aunque haya a quienes les cueste creerlo.
La historia de las mujeres trans, es también parte de la nuestra… la de sus clientes y sus familias, la de los que pasamos a la noche por la ciudad –mientras ejercen el comercio sexual-, la de quienes la discriminan y hacen políticas públicas que a veces las tienen en cuenta.
Su historia forma parte de la Historia de Costa Rica y de nuestra región: nos retratan a todes cuando evidencian que hay una parte de nuestra población cuya esperanza de vida ronda los 42 años, cuya única opción tras ser expulsadas del sistema educativo es hacer…. “un máster en putería”, que en la cárcel son más libres a veces que en la calle.
No podemos apropiarnos de sus voces, ni de sus reclamos, ni de sus dolores. Eso no las aliviaría y sería una absoluta falta de respeto, pero sí, dejar de ignorarlas. Ese es el por qué de Atrevidas, el libro de relatos polifónicos de mujeres que trans que la vida y ellas mismas me premió, al poder hacer; el que en el 2019 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Aquileo Echeverría en la rama de cuento… el que confío que pronto, será aún más leído y encontrará un espacio en algún escenario.
- El libro, editado por Perro Azul y presentado oficialmente el 17 de mayo del 2019, Día Internacional contra la homolesbotransfobia, fue ganador del Premio Aquileo J. Echeverría en la categoría de Cuento. Se puede adquirir por Internet o en las librerías Douluz, Andante, Francesa y Universitaria.
Jabón
Tengo cuatro años, y mi mamá me lavó la boca con jabón, porque dije puta.
Tengo cinco, y mi maestra me preguntó cómo me llamo, pero no le contesté.
Tengo seis años, y mi abuelo me pellizca, lo mismo un cachete que una nalga.
Tengo siete, y mis compañeras me encerraron en el baño para ver si tengo pene o vagina… Ellas se rieron, yo no. Yo les digo que ahora tengo pene, pero que cuando sea grande se me va a caer. Yo me río, ellas no.
Tengo ocho, y mis compañeros me encerraron en el baño para tocarme mi… ellos ríen y yo también, pero de miedo.
Tengo nueve años, y cuando mi mamá no me escucha digo puta y hijueputa y playo y picha. Siento como si escupiera espuma, pero no sé qué quieren decir esas palabras.
Tengo diez años y dibujo sirenas y me quedan muy bonitas, pero un tío dice que le dan lástima, porque no sirven ni para la cama, ni para el plato.
Tengo once años, y mi profesor de educación física me pide que corra como hombre, que haga lagartijas como hombre, que patee la bola como hombre, que ataje como hombre. Yo, por no hacerlo, no le hago ni caso.
Tengo doce años y voy a la pulpe porque mi mamá necesita jabón. Mis vecinos me gritan puta cuando cruzo la calle.
Tengo trece y sueño con cumplir quince: quiero una fiesta con globos, y con orquesta, y con un vestido rosado, y con tacones; quiero bailar el vals sin que me levanten la falda para ver qué tengo.
Dejé de cumplir años, de cumplir sueños…. Barrieron mi infancia entera y la tiraron a la basura. Quiero salir de la bolsa, quiero jabón… Quiero saber qué quiere decir puta.